Hay libros que empiezas a escribir cuando aún no has nacido. Es el caso que nos ocupa. De Bizkaia de toda la vida tiene su origen mucho antes de que Tomás Ondarra y un servidor decidiéramos darle forma. Aunque es cierto que cogió fuerza tras la publicación de aquel De Bilbao de toda la vida que tanto gustó, y no solo a los capitalinos. Quien más, quien menos conoce los entresijos y las costumbres de nuestra Villa.
No se pueden poner puertas a los territorios comunes y a la idiosincrasia del pueblo. El Botxo es tanto capital de todo, como parte del mismo. Pocas tienen tanto que ver con su territorio. Quizá porque Bilbao es villa con tamaño de ciudad y alma de aldea. O porque, como nos recuerda el dicho “Todos tenemos alpargatas en la puerta”. A mucha honra, por cierto.
De ahí que este trabajo lleve milenios en la imprenta de las cosas pendientes. Queríamos hacer justicia al ayer compartido. Para recordar que somos consecuencia de lo que fuimos. Sea en el ser o en el estar. En el comer y el beber o en el trabajar y disfrutar. Sabemos, igual que ustedes, de lo que hablamos. Lo hemos mamado. Cierto que están los datos y los debates sobre detalles de los retales, pero la esencia no se discute. Bizkaia, habiendo sido Señorío singular, es, y será, territorio plural. Como si de un pequeño planeta compuesto por grandes continentes se tratara. Y, a veces, desconocidos. Confieso, a Tomás le sucede lo mismo. En este libro se incluyen lugares y cosas que habíamos aparcado en las parcelas del olvido. Por eso cada lámina, cada texto, nos llevan de nuevo hasta el recuerdo dormido. Ha sido un placer regresar a ellos. Les pasará si lo leen. No es lo mismo haber estado que tenerlo presente. Ese es el juego planteado.
Para ello, viajaremos por 65 temas elegidos. Debería decir iconos. Todos podrían representar al Territorio. Resulta obvio que el Árbol de Gernika es la casa del padre y la hoja del roble lleva nuestra sangre; o que la sombra del primero y el vuelo de la segunda lo alcanzan todo, pero también provoca ese efecto el pimiento que lleva por apellido el de la histórica localidad o el pil-pil, de origen humilde y misterioso, tan habitual y reconocido en la alta cocina.
No es casual que el libro contenga más capítulos dedicados a nuestros productos gastronómicos que al resto de asuntos. Tengan presente que el paladar es la patria más unida. Un sabor o un olor pueden llevarnos a identificarnos mejor y sin fisuras. Y eso que faltan platos y manjares, pero tampoco era cosa de hacer un recetario. No fue por falta de ganas, pero debíamos hablar también, para hacer justicia, de los escribas de nuestro ayer.
A lo largo de cinco capítulos, viajaremos desde las cuevas de Santimamiñe o la de Pozalagua hasta la enigmática figura del Mikeldi y el Bosque de Oma. Para no perdernos, encenderemos los faros de Matxitxako y Santa Catalina y enviaremos observadores a San Juan de Gaztelugatxe, a la Cruz del Gorbeia y al Balcón de Bizkaia. No faltará la visita a los templos, tanto por rezos como por leyendas, que siempre viene bien acudir a Orduña, Ziortza y Urkiola; o a las piedras milagrosas de Arretxinaga. Con permiso, eso sí, de la Dama del Anboto y el señor de los Bosques. Solo de esa manera se puede caminar con fundamento por el mágico hayedo de Otzarreta o la necrópolis de Argiñeta.
También encontrarán un capítulo acogiendo el pretérito lejano y el pasado reciente de nuestro quehacer diario. Tanto el industrial, con la ferrería el Pobal, los astilleros Euskalduna o el Alto Horno de Sestao al frente, como el vital, con las Viviendas Bizkaia, el viejo y nuevo San Mamés o la estación de Abando-Indalecio Prieto. No faltarán tampoco iconos reconocibles como el Puente Colgante, las Sardineras de Santurtxi o la Arboleda de pasado minero. Si echan de menos el Bosque de Oma, el Castillo de Butrón o el Caserío Landetxo Goikoa, sepan que están incluidos, como los Flysch que desafían desde lo alto a las olas, igual que hacen lo propio con las suyas en la Reserva de Urdaibai.
Como hay tiempo para todo, bailaremos sobre el arcón en la Kaxarranka de Lekeitio, cantaremos a coro en Santa Águeda y escucharemos a las ilustres voces de la ABAO. Ya ven que la cosa invita a quitarse la txapela de la Fábrica la Encartada ante tamaña oferta concentrada en un puñado de hectáreas. Las que podremos recorrer en el gasolino, el Azulito, el Bizkaibus o en las bicicletas y triciclos, tanto de la pasada infancia oxidada, como en actual madurez eléctrica. Ya saben que, si es en transporte público, mejor. Así podremos meter un buen trago al kalimotxo antes de partir. Acompañado, eso sí, de un talo con txistorra. Porque tenemos mucho más que contarles sobre otros sabores, sonidos y texturas, pero tampoco era cuestión de abrumar antes de que llegaran a la primera página.
Con lo contado, se pueden hacer una idea. Dejemos algo a modo de sorpresa. Que la vida sin burbujas, ni es vida ni es gaseosa. Ah, y un consejo —como soy quien teclea estas líneas puedo hacerlo—, cada lámina de Tomás ha supuesto sudores de tinta. No de txipirón precisamente. Eso llegará después, cuando celebremos sobre mesa y mantel que el trabajo ha llegado por fin a sus manos. Me refiero a la tinta del artista. Por eso les pido que se queden un ratito en cada dibujo. Que no sean como esas visitas que se sientan y ya se van. Acomódense. Merece la pena. Ya después, o antes, hagánme otro favor y echen un ojo a los textos. En este caso, más que sudor, hubo lágrimas. No sabemos contar sin sentir.
Ese sería el relato resumido de la aventura que ha supuesto crear De Bizkaia de toda la vida. Si ha nacido, es gracias a las entusiastas gentes de Transportes, Turismo y Movilidad de la Diputación y de las manos y cabezas que le han dado forma, horno e imprenta.
El único problema era el espacio. Cruel Pilatos, que se lavó las manos y nos dejó la elección. Por qué esto sí y aquello no. Eterno dilema. De momento, estamos contentos con la criatura. Pesa poco y es pequeña. Ya saben que lo bueno es crecer a lo alto y no a lo ancho.
Ahora ya es suyo. De usted dependerá que crezca más y mejor. No ponga esa cara. Al fin y al cabo, es cosa de todos. Porque no se trata de una publicación más, sino de otra cosa. Un puñado de textos y láminas que hablan de nuestra tierra y nuestras cosas. Así que, de alguna manera, es un libro de familia.
Más información en: https://editorial.baobilbao.com
Sonia Pérez Ezquerra
Querida Bizkaia,
De niña, recorría el parque en mi pequeño triciclo, disfrutando de esa sensación de libertad. Hoy, el destino me ha llevado a cuidar de ti, de tus rutas y de tu gente, desde el Departamento de Transportes, Movilidad y Turismo de la Diputación Foral de Bizkaia. Siento que sigo pedaleando, pero ahora, mi recorrido es el de una Bizkaia conectada y viva.
Bizkaibus no es solo transporte; es el hilo que une nuestros 113 municipios, que acerca montañas y mar. Y con BizkaiBizi, promovemos una movilidad sostenible, respetando tu entorno y protegiendo ese patrimonio natural que tanto nos enorgullece. En cada paso, el turismo sostenible es clave para preservar lo mejor de ti. Proyectos como “De Bizkaia de toda la vida” reflejan esos recursos que mostramos al mundo con orgullo, poniendo en valor la autenticidad de nuestra tierra.
Lo que más me enorgullece es que, en el camino, estamos construyendo una Bizkaia inclusiva, tolerante y abierta al mundo. Una tierra que avanza, que cambia, sin perder su identidad. Para mostrarnos al mundo, debemos recordar, innovar y asumir nuevos desafíos.
Me siento acompañada por voces que te retratan de manera única, como Tomás Ondarra y Jon Uriarte, quienes capturan tu elegancia y emoción en este libro.
Gracias, Bizkaia, por permitirme ser parte de este viaje. Seguiré pedaleando, conectando y avanzando por ti y por quienes te aman.
Con cariño y compromiso,
Sonia