El ruido de la metrópoli ha amainado y la noche deja escucharse. Un silencio propicio para disfrutar de esta experiencia extrasensorial. Las luces alumbran cada paso y advierten el puente de La Salve. No queda nadie más que algún noctámbulo que convive con la arquitectura que viste esta ciudad de azul oscuro. En el Guggenheim se dibujan siluetas incomprensibles que se desvanecen en la noche. Sigo caminando en sintonía con los reflejos que ondean la pasarela Arrupe en la ría, como si fuera a tocarlos. Nada irrumpe este momento, somos la ciudad y yo; una misma persona. Dicen que Bilbao tiene algo que atrapa. Nadie sale ileso ni indiferente de esta ciudad. Los colores de San Mamés alertan que la noche se presenta pícara e interesante para quien desee disfrutar de ella. Tranquila e íntima para aquellos que quieran sentirla. Dispuesta a sorprendernos, la oscuridad se abre como una pequeña ventana al Bilbao más vanguardista. La luna (hoy especialmente), llena el espacio de un lugar que nunca duerme, que siempre está dispuesto. Si te atreves a adentrarte en lo que las mil y una noches esconden no sueltes esta revista. Te ayudará a averiguarlo.
Andrea Ulloa
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