Cruzar los Andes con luna llena y ver amanecer en el altiplano fue espectacular. Cuzco, la capital y sede del gobierno del Imperio Inca, considerada como la ciudad habitada más antigua de toda América, nos sorprendió según la recorríamos. Algunas de las calles, incluso, parecían sacadas de algún pueblo español. En Cuzco destacan el Coricancha, antiguo santuario dedicado al dios Sol en el que, según la tradición, los incas habían recubierto sus muros con láminas de oro, la Plaza de Armas, La Catedral, el barrio de San Blas…
Aparentemente, la arquitectura inca es sencilla y de formas simples, pero las construcciones esconden mayor complejidad de la que revela su austera estética. Sabían construir muros eternos que han soportado los continuos terremotos de la zona y que parecen un inmenso rompecabezas en el que todas las piedras cuadran a la perfección con sus adyacentes. Pero lo increíble de estos trabajos es que no estamos hablando de colocar pequeñas piedras fácilmente manipulables, sino que cada pieza puede pesar entre 100 y 200 toneladas. Además, al no conocer el hierro, el pulido de las piedras debió efectuarse por el golpe de piedra contra piedra o mediante la abrasión con arena o agua. Para apreciar en toda su dimensión la perfección de su arquitectura, teníamos que llegar a Machu Picchu.
Utilizamos un autobús, un coche-colectivo y un tren turístico para recorrer los 120 km que lo separan de Cuzco. Las cinco horas que tardamos en alcanzar la “ciudad perdida” merecieron la pena al entrar en este recinto donde la visión de la hierba, las piedras, los templos y las rocas sagradas te quitan más oxígeno que el soroche o mal de altura. Desde su descubrimiento en 1911, se han barajado varias hipótesis para intentar aclarar qué funciones tenían estas construcciones: lugar de origen de los incas, última fortaleza de este pueblo antes de sucumbir ante los españoles o un complejo religioso habitado por las vírgenes del Sol. En la actualidad, la teoría más valorada es que se trata de una fortaleza que mandó erigir el Sapa Inca Pachacuti como lugar de descanso para él, su familia y los nobles cortesanos. Esta ciudadela estaría habitada permanentemente por unas 300 personas y alcanzaba las 1000 cuando el inca se desplazaba hasta ella. Machu Picchu es, sin lugar a dudas, una de las maravillas del mundo, pero no sólo por lo que se ve sino también por lo que se siente. Se vibra con la naturaleza y te recorre la energía, te atraviesa como una lanza imaginaria.
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