Se nos lleva el aire es el cuarto disco en estudio de Robe, decimoquinto de su carrera si tomamos esta como una línea continua e independiente del nombre con el que los ha ido firmando.
El otrora líder de Extremoduro sigue mostrando una personalidad creativa, expansiva e intransferible, que le revalida siempre más allá de los músicos que le secundan, que en esta ocasión son una banda extraordinaria y consolidada (tras acompañarle en los cuatro trabajos anteriores) con un sonido que han dado en llamar “rock sinfónico transgresivo” y que nos devuelve al Robe de siempre, que nunca es del todo igual al anterior, pero que contiene todos los elementos poéticos y musicales que lo hacen reconocible, épico, insobornable y adorable desde el primer momento. Tras asistir a la rueda de prensa donde presentó el disco —y arrancada ya la gira Ni santos ni inocentes que pasará en octubre por Bilbao—, preparamos el siguiente reportaje.
Santo inocente
“No tengo mucho que decir, simplemente que el disco está compuesto desde el confinamiento. Ha salido largo porque hemos tenido mucho tiempo; sobre todo, sin presión. Las canciones estaban hechas y hubo tiempo para irlas moviendo, arreglando y maqueando. También salieron temas nuevos. Me ha venido muy bien sentir que no había presión, que ya estaba hecho. A partir de ahí, todo ha sido mejorarlo”. Así presentó Robe su nuevo trabajo en rueda de prensa, en esencia, explicando el estado en el que fue compuesto y grabado. A priori, no parecía sentir que tuviese que dar muchas más explicaciones. Tras tantos años bajo el foco de la atención mediática que generan su obra y su persona, sigue dando la impresión de que no se acostumbra a tener que diseccionar su trabajo ante la prensa y que sería suficiente con que cada cual lo disfrutara en su vida cotidiana o en los conciertos.
Entrando en harina, en Se nos lleva el aire nos encontramos a un Robe que vuelve a cabalgar sobre su rock “marca de la casa”, que está emparentado con el rock duro, urbano, sinfónico y progresivo, tanto anglosajón como andaluz, y en el que alterna pasajes de bello lirismo con desaforados arrebatos eléctricos. En lo poético, Robe bascula con maestría y oficio entre dos aguas. Por un lado, vuelve a mostrarse como un magnífico trovador de la ausencia, siendo este el sentimiento al que mejor le canta y donde mejor se define; una ausencia —fácilmente identificable como amorosa— ante la que se muestra (sin ambages ni vergüenzas) desarmado, desnudo y desvalido. En contraste, está esa otra faceta suya, también rasgo distintivo, donde aprieta los dientes, le salen cuernos y rabo e invita al carpe diem. Con todo, el extremeño marca distancia con respecto a lo que cada cual sienta o interprete sobre sus canciones: “Hay gente que me pregunta sobre mis letras: ‘¿Qué quieren decir?’ Pero es que yo soy tan víctima como vosotros, tampoco entiendo algunas cosas que escribo. Luego, poco a poco, las voy entendiendo. Y cuando veo que alguien analiza algo, digo: ‘Pues mira, ahí le han dado’. No es necesario entenderlo todo para disfrutarlo. Lo disfrutas si te emociona. No hace falta entenderlo todo, en el arte no”.
Diríase que, cuando compone a solas con su guitarra, dispara sobre los acordes frases que le nacen a bocajarro, que le suenan bien o le encajan, pero realmente los temas adquieren un sentido completo (y variable) a posteriori, una vez encajadas todas las piezas. De todas formas, Robe no parece tener una explicación racional para el secreto de su propio oficio: “Componer no es fácil ni difícil, ni más trabajoso ni menos. Sale, o no sale. Ahí hay un misterio que no se sabe… Luego, en el local de ensayo, hay canciones que es más difícil acabarlas porque puedes experimentar más. Por ejemplo, Esto no está pasando es así y así es, puedes estirarla más o menos, pero no puedes hacer mucha cosa con ella. Sin embargo, hay canciones como El poder del arte que tienes que dejar porque hay que ir al estudio. Si no, seguiríamos con ello. Bueno, de hecho, seguiremos, ya que en directo irá cambiando”.
Robe, mi pequeña historia
Los más memoriosos recordarán que, ya en 1994, Robe autoeditó un doble casete que tituló Robe, mi pequeña historia, el cual recopilaba temas de los primeros discos de Extremoduro y añadía cuatro canciones inéditas grabadas por su cuenta, en lo que vino a ser un amago de algo que quizá no estaba lo suficientemente maduro, la expresión de un anhelo futuro: firmar a su nombre sus creaciones musicales. Poco antes de aquello, ya había grabado un larguísimo tema con La Pedrá, un proyecto con músicos de diferentes bandas, pero donde se evidenciaba una vez más su peculiar forma de componer, con continuos cambios de tempo, estructura y melodía, y alternando momentos bucólicos con pasajes hardcore tanto en letra como en música. Finalmente, tanto los temas inéditos del casete como la canción de La Pedrá terminarían saliendo a nombre de Extremoduro, pues aún faltaba tiempo para que el líder, cantante y compositor del grupo pudiese aventurarse sin el paraguas de un nombre que había inventado él mismo, del cual era el único miembro fijo desde su formación y cuyas composiciones propias cautivaban al público independientemente de los músicos que las interpretasen. Por eso, no parece muy riguroso hacer una marcada diferencia entre los cuatro discos de Robe en solitario y todo lo grabado anteriormente con Extremoduro, pues prevalece siempre la sensación de asistir al desarrollo artístico de un único autor, que es el que marca la pauta, y que el resto de músicos se han limitado a acompañarle con momentos de mayor o menor acierto, pericia y fortuna. Aun así, se hace necesario mentar al extraordinario guitarrista y productor Iñaki Uoho, que se curtió en los bilbaínos Platero y Tú, pero terminó haciendo un sólido tándem con Robe en Extremoduro desde mediados de los noventa hasta el final de la banda, consiguiendo una ostensible mejora de sonido tanto en estudio como en directo.
Si obviamos que entremedias se intercaló, entre 2019 y 2021, accidentado y por etapas, el desairado y tedioso final de Extremoduro (se iba a hacer una gira de despedida que al final se suspendió y hubo litigios judiciales de por medio), lo cierto es que la cronología arroja coherencia. Nada más terminar con Extremoduro, Robe empezó a firmar discos y a ir de gira bajo su nombre; y así hasta hoy. Tras Para todos los públicos (2013), llegó la última gira de Extremoduro en 2014 y Robe sacó sus dos primeros discos como tal: Lo que aletea en nuestras cabezas (2015) y Destrozares, canciones para el final de los tiempos (2016), a los que seguiría una gira de presentación de ambos trabajos, de la que salió el directo Bienvenidos al temporal (2018). Dos años después, aparecía Mayéutica (2021), una sola canción en cuatro movimientos —con interludio y coda— que venía a ser una segunda parte de uno de los discos más valorados de Extremoduro, La ley innata (2008), y que fue estimada desde su edición como la obra maestra de esta nueva etapa; sombra bajo la cual se ha juzgado el nuevo Se nos lleva el aire (2023), disco que de todas formas va creciendo con las sucesivas escuchas y que contiene algunas canciones que sin duda se posicionan entre lo más selecto del autor de Plasencia.
Con respecto a su etapa vital al frente de Extremoduro, Robe se muestra muy poco nostálgico: “Eso ya se perdió, forma parte del pasado, ahora de lo que tenemos que hablar es del futuro y del presente… Eso ya pasó a la historia”. Prefiere destacar las bondades de su grupo de acompañamiento (no en vano, se llaman a sí mismos Los Robe) con el que ya lleva una docena de años. “Somos más banda de lo que ha sido Extremoduro nunca. Por la manera de trabajar todo lo artístico y todas las cuestiones». De todas formas, de cara a la gira, Robe es consciente de que tiene que repasar algunas de sus añejas composiciones por imperativo emocional del respetable público. “Sabemos que hay canciones que la gente está esperando y ya sabéis que a mí lo que me gusta es tocar lo nuevo, y la canción que más me gusta es la última. Sin embargo, todas esas canciones antiguas cobran sentido en directo, cuando ves a la gente y el rollo que hay, con todo el mundo cantándolas”.
El poder del arte
Desde que apareciese el disco a finales del año pasado y hasta el arranque de la gira en este mes de mayo, Robe no ha dejado de recibir reconocimientos a él o a su obra. Por ejemplo, el Museo del Prado colgó en sus redes el tema El poder del arte, acompañado de imágenes de pinturas clásicas de la pinacoteca con la siguiente explicación: “El Museo plantea esta colaboración inesperada entre el arte clásico y el rock sinfónico transgresivo como una manera de reivindicar el poder evocador de las imágenes y las posibilidades de combinación de las diferentes expresiones artísticas. El poder del arte demuestra que existe un vínculo profundo entre disciplinas aparentemente alejadas y que estas pueden adquirir siempre lecturas novedosas e inspiradoras”. Detalle al que Robe respondería con agradecimiento: “La palabra inerte (‘sin vida’) procede del latín iners inertis, que está formada por el prefijo in (‘sin’) y la raíz ars artis (‘arte’). ¿Es casualidad o es que en algún momento nos dimos cuenta de que sin arte es lo mismo que sin vida? La pintura no necesita música, ya tiene. Y la música no necesita imágenes, ya tiene. Somos nosotros los que necesitamos que alguien nos salve de una vida inerte. Gracias, Museo del Prado”.
Ya a finales de febrero, a Robe se le concedió el Cerezas de oro —máximo galardón que otorga el Valle del Jerte (Cáceres), “donde ha pasado temporadas y ha encontrado inspiración para algunas de sus canciones, llegando incluso a hacer referencia explícita a lugares y paisajes de la comarca”—, premio que fue propuesto por el Ayuntamiento del Piornal, “municipio al que Robe nombra, junto a su mar de nubes, en el tema Viajando por el interior de su último álbum”. Unas semanas después, ganó (aunque en esta ocasión no asistió a la gala de entrega) los galardones a mejor álbum y mejor canción en los I Premios de la música extremeña. En abril, su nuevo trabajo alcanzó las veinte mil copias vendidas, con lo que se certificó el Disco de oro. Este hito fue anunciado por su discográfica, pero careció de acto de entrega, limitándose la celebración a un vídeo del citado disco delante de la prehistórica cueva de Maltravieso, en la ciudad de Cáceres, con las palabras: “Llevamos más de 60 000 años haciendo arte. ¿Hay alguien ahí afuera?”. Para cuando este artículo sea publicado, Robe ya se habrá encontrado con que ahí afuera hay unos cuantos miles de personas asistiendo a sus conciertos, en esa mágica liturgia de comulgar en directo con el poder de su arte.
Texto: Kike Babas & Kike Turrón • Fotos e ilustraciones: cortesía de El Dromedario Records
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