En la frontera de Araba/Álava con Bizkaia/Vizcaya y Burgos dos paisajes luchan desde siglos por captar la mirada del visitante e, invariablemente, el resultado es el empate. Me refiero a la Sierra Salvada (Gorobel, en euskera) que se eleva sobre las tierras de Urduña/Orduña (Bizkaia) y los municipios de la Cuadrilla de Aiara/Ayala. ¿Cómo recorrer este paraje dual? ¿Crestear por la montaña? ¿Deambular plácidamente por los caminos del valle? Cada uno deberá elegir. Yo volaré con la imaginación de este a oeste para contar los lugares que he visto, andado y disfrutado.
Sierra Salvada, tierra de buitres y de cascadas
La Sierra Salvada es una cadena montañosa de 25 km —orientada de SE a NO— que tiene varias cumbres que superan los 1000 m. Su vertiente sur, poblada de pastos y brezales, es de poca pendiente y desciende con suavidad hasta el Valle de Losa (Burgos). La vertiente norte, por el contrario, es abrupta y cae en picado (hasta unos 500 m de desnivel) sobre las tierras vascas antes citadas. Allá donde conecta con la Sierra de Guillarte, pequeños regueros, como el Ajiturri o el Urieta, confluyen para originar el río Delika, que se convertirá en el Nervión aguas abajo.
Pero antes, cuando las tormentas o el deshielo funden el agua, ese río se despeña 270 m en lo que se conoce como el Salto del Nervión, uno de los lugares más emblemáticos de Euskadi. El torrente desciende hasta Delika por un cañón en el que se forman bonitas cascadas que bien merecen una visita.
Siguiendo hacia el oeste por el corte de la sierra, aparece el Pico del fraile (834 m), posadero de buitres cuyo nombre se debe al aspecto de su perfil, surgido por millones de años de erosión.
Al continuar, cresteando por los pastos, se llega al monte Txarlazo (933 m), en cuya cumbre se ubica el monumento a la Virgen de la Antigua, o de Orduña, hecha de hormigón con forma de árbol y 25 m de altura. Desde allí, de nuevo, las vistas son impresionantes.
Si seguimos caminando por pistas cubiertas de brezos, llegaremos a cimas muy conocidas entre los montañeros: el Iturrigorri o Tologorri (el más elevado y esbelto), el Ungino (que posee un “ojo” o ventana rocosa natural), el Eskutxi y el Aro, entre otros.
Más allá, comienzan ya las tierras del valle de Angulo (Burgos), donde se encuentran otras dos cascadas singulares: la de San Miguel (frecuentemente seca) y la de Peñaladros (siempre espectacular). Como curiosidad, decir que en esta sierra habitan unas 125 parejas de buitre leonado que, junto con la presencia de otras rapaces, justifican que haya sido declarada ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) dentro de la Red Natura 2000.
Valle de Aiara, la Suiza alavesa
Dejamos la sierra para pasear cómodamente por las tierras bajas de Aiara, un mosaico de pastos verdes y colinas con robledales entre los que hay pequeños pueblos, como Madaria, Añes, Lejarzo o Salmantón, entre otros muchos.
Rutas para pasear, queserías artesanales, hornos de pan de leña, txakoli… una geografía amable para la vida tranquila que muestra bonitos tesoros aquí y allá.
Uno de ellos es el embalse de Maroño, una imagen de postal en la que los picos de la sierra se reflejan en sus tranquilas aguas, refugio de garzas, ánades y fochas. También el conjunto monumental de Quejana/Kexaa, declarado Bien Cultural en 2022, que consta de un convento y un palacio que pertenecieron al Canciller de Ayala. Es propiedad de la Diputación de Álava, responsable de las visitas al interior del edificio.
Cerca, en un alto, podéis visitar la ermita de Etxaurren, dedicada a la Virgen del Nogal, patrona de Ayala. No hay mejor atalaya para contemplar la idiosincrasia paisajística de estas tierras.
Después, por supuesto, habría que acercarse al Santuario de la Virgen de la Encina, de estilo gótico-renacentista, en Artziniega, un lugar de asueto muy estimado por los vecinos del valle. En sus jardines se encuentra la Encina de Artziniega, un bello ejemplar catalogado como Árbol Singular, de 25 m de alto y 28 m de diámetro en la copa.
Termino este recorrido con La Robleda de los Sueños, un robledal que es propiedad del hotel-restaurante Arcos de Quejana, en el que 26 reconocidos artistas han plasmado su arte en las cortezas de los árboles con diversos temas, siempre respetando la ecología del árbol y del entorno. Además, cada roble está asociado a una ONG, lo que le confiere un plus humanitario digno de agradecer. La idea es que cada año se sume un artista y que el arte en La Robleda de los Sueños siga creciendo para disfrute de lugareños y visitantes.