Txani Rodríguez espera satisfecha el estreno inminente de la película adaptación de su novela Los últimos románticos. Escritora, periodista y guionista vasca, nacida en Llodio y con raíces andaluzas, evoca en sus novelas tanto los paisajes del País Vasco como los de Andalucía. Su obra, impregnada de la rica cultura y tradiciones de ambos lugares, se caracteriza por una prosa cuidada y evocadora, que combina una profunda sensibilidad con una observación aguda de la realidad cotidiana.
Hoy, con un compendio de cuentos, varios cómics y cinco novelas en su haber, es una de las figuras más destacadas del panorama literario actual. Con Los últimos románticos (Seix Barral, 2020), obtuvo el Premio Euskadi de Literatura, un reconocimiento significativo que destacó la calidad literaria de su obra. La adaptación de esta novela está a punto de estrenarse en el Zinemaldia, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
¿Cómo ha sido para ti ver la adaptación de tu novela al cine y qué opinas sobre el enfoque que ha tomado el director, David Pérez Sañudo, en la película?
Enterarme de que se iba a adaptar Los últimos románticos al cine fue muy sorprendente. La novela es muy intimista, con una protagonista profundamente ensimismada. Hay mucho monólogo interior y reflexión. Además está narrada en primera persona, lo cual me parecía que hacía muy difícil su adaptación. Nunca pensé que se pudiera llevar al cine debido a estas circunstancias. Me sorprendió mucho, pero también me halagó porque, para que el proyecto salga adelante, se necesita el interés de muchas personas. No he visto la película aún, pero estoy bastante tranquila.
Eres también periodista y guionista ¿Has intervenido en el guion de la adaptación de tu novela?
No he intervenido en el guion, pero estoy muy satisfecha. Creo que la película va a mantener el espíritu de la novela. Aunque me ofrecieron leer el guion, preferí no hacerlo para permitir que el director, David Pérez Sañudo, hiciera suya la historia. Confío en que la adaptación será fiel a la esencia de mi obra. Creo que me va a gustar, por el tipo de cine que hace David y por la actuación de la actriz principal, Miren Gaztañaga.
Se ve a la Txani contenta de haber llegado al reconocimiento literario que ahora tiene, pero me consta que detrás de ese reconocimiento hay un largo recorrido de trabajo y mucha pasión ¿Qué te llevó a convertirte en escritora y cómo fueron tus inicios en la literatura?
La verdad es que he escrito desde siempre. Para hablar de mis comienzos, tendría que remontarme a mi niñez, cuando escribía en el colegio. Incluso tengo algún cuento publicado en una revista escolar. Escribir pronto se convirtió en una opción natural para mí, aunque no sé exactamente a qué responde. Creo que siempre ha sido una manera de sobrellevar la soledad, un tema central en mi obra. Como soy hija única, escribir era una forma de entretenerme en las aburridas tardes de invierno, así que esta historia de escribir viene de muy atrás. Creo que el miedo a la soledad es consustancial a mí.
Mi faceta más pública comenzó con la editorial Elea, fundada por Alex Oviedo e Iñaki Mendizabal, donde publiqué mi primer libro, un librito de cuentos. A partir de ahí, fui dando cada vez un pasito más en mi ambición literaria.
¿Cómo describes tu proceso creativo? ¿Tienes alguna rutina o ritual específico cuando escribes?
Una característica mía es que pienso mucho antes de escribir: qué voy a contar y cómo lo voy a hacer antes de ponerme a escribir; le doy mil vueltas a la historia. Lo pienso en la cama, cuando paseo, cómo puedo abordarlo… Dudo mucho sobre si las historias que tengo valdrán la pena o no. Pienso muchísimo antes de escribir.
En cuanto a rutinas, me gustaría tener alguna más firme, pero, como también trabajo, escribo en el tiempo libre que me queda. No tengo ningún ritual específico, pero no soy una persona que pueda escribir en bares, por ejemplo. Me gusta escribir sobre todo por las mañanas, en mi casa, en mi pequeño cuarto. Me sumerjo mucho en lo que estoy haciendo y me da un poco igual el entorno. De hecho, creo que hay gente que necesita espacios exteriores estimulantes para escribir, como becas de creación en lugares preciosos. A mí eso no me serviría porque me distraería. Casi necesito una celda para escribir.
Tus obras a menudo exploran temas de la vida cotidiana y las relaciones humanas. ¿Qué te atrae de estos temas?
Hoy en día, me interesan mucho la soledad y la comunicación. Me parece fundamental conocer bien el suelo que piso o, mejor dicho, el suelo que pisan mis personajes en las novelas. Es importante entenderlos profundamente en su camino hacia el interior. Este viaje interior inevitablemente se relaciona con los demás, ya sea a través de la relación o la falta de ella. Por eso, la presencia y la importancia de estas dinámicas son esenciales en mi narrativa.
Los últimos románticos fue muy bien recibida. ¿Qué significó para ti ganar el Premio Euskadi de Literatura?
El Premio Euskadi supuso para mí una enorme satisfacción y llegó en un buen momento. Llevaba mucho tiempo escribiendo y ya había pasado mucho tiempo desde que publiqué en Elea. Este es un trabajo solitario y a menudo desabrido, que cansa. Ir haciendo lectores es un proceso lento y, a veces, una se puede incluso desmoralizar. Entonces, el premio para mí fue un revulsivo, algo que me animó a continuar. En cierto modo, me dio paz también porque es como si me dijeran: “Estabas haciendo esto, sacrificando tanto tiempo, y parece que no lo estabas haciendo mal”. A veces perdemos la perspectiva, así que la verdad es que me llegó en un gran momento.
Además de novelas, has escrito cuentos y cómics. ¿Cómo varía tu enfoque al trabajar en estos diferentes formatos? ¿Cuál te gusta más?
No sé si puedo decir que me gusta más escribir novelas, cuentos o cómics. Depende del momento y de lo que quiera expresar. La novela es un proceso muy largo y desgastante. Los cuentos, aunque hay que trabajar mucho en cada relato, son muy gratificantes. El cómic también es muy gratificante porque trabajas de la mano con un dibujante y el resultado suele ser estupendo. Así que, en realidad, me gusta todo.
El enfoque varía, claro. Cualquiera que escriba sabe que no es el mismo ritmo ni las mismas exigencias para cada formato. No digo que unas sean mayores o menores, pero son distintas. Creo que el enfoque lo da la obra misma. No es que una se siente y diga: “Voy a ver qué enfoque le doy a esto a diferencia de lo otro”. La historia y lo que quieras expresar te van guiando.
¿Qué papel juegan los escenarios en tu obra? ¿Cómo influye tu entorno en tu escritura?
Para mí, los escenarios son fundamentales. Cada vez lo veo más claro porque el escenario te da un contexto social. El paisaje, yo suelo decir, es político y realmente lo es. Un escenario habla mucho de las circunstancias de los personajes y de temas que me interesan.
Casi siempre me inclino hacia la naturaleza en mis libros. Por ejemplo, en mis novelas, casi siempre hay un árbol que adquiere la condición de personaje, ya sea un eucalipto o un alcornoque. Me interesa saber cómo están, si los están cuidando bien, si están enfermos o si se pueden curar. Les trato casi como personajes. Necesito pisar el suelo de la novela porque me da tantas claves que creo que tiene la misma importancia que los personajes.
Además, impartiste clases de escritura creativa en la Universidad de Deusto y, actualmente, en el Ateneo de Barcelona; y, desde hace más de diez años, en la Asociación Literaria ALEA de Bilbao. Me consta que todos los años aumenta el número de personas que quieren ser tus alumnos. ¿Qué es lo más gratificante de enseñar a otros a escribir?
Creo que en los talleres de escritura se gana mucho tiempo, ya que escribir sola en casa es como crear un taller personal, pero en un taller hay cosas del oficio que se pueden compartir. Por supuesto, es gratificante ver cómo la gente va aprendiendo, pero también me gusta mucho porque me absorbe tanto la clase que se me olvidan otras cosas y es muy bonito experimentar esa concentración.
Además, aunque parezca una frase hecha, también aprendo de los alumnos. Sus ímpetus y puntos de vista son muy enriquecedores en varios sentidos.
En La seca, tu última novela, abordas temas como el cambio climático y la relación entre el campo y la ciudad. ¿Qué te inspiró a escribir sobre estos temas y cómo crees que tu novela puede contribuir a la conversación sobre la sostenibilidad y la preservación del medio ambiente?
Quería escribir sobre una enfermedad que afecta a los alcornoques. Este tema combina mi interés por el medioambiente y el conflicto con las comunidades locales. Desde pequeña, me ha fascinado la extracción del corcho, un oficio que considero muy estético y plástico. Me impresiona cómo los corcheros y corcheras –ya hay mujeres incorporadas a este oficio– suben a las ramas más altas y, con gran habilidad, extraen la corteza sin dañar el árbol. Es un trabajo artesanal y difícil de modernizar, ya que no existe ninguna máquina capaz de seguir las curvas del árbol.
Estos lugares tienen un significado especial para mí, ya que mi familia se ha dedicado a este oficio. Durante un tiempo, pensé que pertenecía al territorio de lo mítico, de la infancia y no pensé en escribir sobre ello, pero, tras redactar un reportaje, me di cuenta de que sí era un escenario conflictivo.
La gente tiene más o menos conciencia medioambiental, necesidades económicas más o menos acuciantes y circunstancias vitales muy divergentes, lo que crea un abismo en la manera de ver el mundo, el medio ambiente y el trabajo.
También quería hablar en esta novela de la relación madre-hija, que a menudo es tan complicada. La relación de la protagonista con su madre es compleja. La protagonista, Nuria, es un personaje complejo y tiene una entrada antipática. Me la jugué un poco porque entiendo que es más fácil generar benevolencia en el lector con un personaje más simpático, pero quise crear un personaje desbordado, angustiado, cansado y frustrado. Cuando las personas están así, no suelen ser muy simpáticas y a menudo lo pagan con quien no lo merece. Nuria va a enfrentarse a un verano transformador, que es lo que se cuenta en la novela, y tendrá que aprender algunas cosas.
¿Qué proyectos futuros tienes en mente? ¿Hay algún género o tema nuevo que te gustaría explorar?
Entre que la novela ha salido hace poco y la película también, no he tenido mucho tiempo para nuevos proyectos. Sin embargo, tengo algunas ideas en mente. Suelo tardar bastante entre una novela y otra porque me gusta asegurarme de que estoy satisfecha con el resultado.
Estamos hablando por teléfono, hace una larga pausa como si hubiera caído en uno de esos procesos de ensimismamiento en los que aflora su creatividad, por fin contesta.
Estoy en ese proceso de reflexión que tanto disfruto y no me importa tomarme mi tiempo. Estoy bastante segura, aunque nunca se sabe, de que algo nuevo surgirá.
SOBRE LA ENTREVISTADORA
Taicha Peñín es cofundadora y presidenta de la Asociación Literaria Espíritu de la Alhóndiga (ALEA), donde coordina y desarrolla actividades relacionadas con el mundo de la literatura: talleres de escritura, tertulias y conferencias. Además, es asesora jurídica en el ámbito médico asistencial del hospital de Cruces.
Libros:
ASOCIACIÓN LITERARIA ESPÍRITU DE LA ALHÓNDIGA
ALEA Bilbao, asociación literaria fundada en 2012, desarrolla actividades de formación, expresión y divulgación de la creación literaria mediante la organización de talleres, concursos, conferencias y todo tipo de actos o eventos de carácter literario y formativo. Está concebida como un espacio de encuentro para personas que sienten pasión por la escritura y la lectura.
www.elespiritudelaalhondiga.es
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